Los huertos urbanos no son solo espacios de cultivo de alimentos, también son territorios vivos donde germinan saberes, memorias y vínculos. En estos espacios, personas de distintas edades y experiencias comparten conocimientos que van desde lo ancestral hasta lo contemporáneo, generando un aprendizaje colectivo y solidario. El segundo taller del Proyecto de “Extracción de aceites esenciales y su aplicación en la industrial de la cosmetología” fue una oportunidad para que las participantes compartieran sus conocimientos y experiencia en el uso de plantas aromáticas y medicinales. En este proyecto participan los colectivos de “Barrio Unido”, Casa de cultura “Las Jarillas”, En Xochimilco “Todas somos Elisa” y el Corredor Cultural del Centro Histórico “Sor Juana”. En este taller vimos como las plantas de olor —como la ruda, la albahaca, el romero, la menta, la hierba buena y el toronjil— no solo embellecen y aromatizan, sino que forman parte de una herencia de conocimientos sobre salud, cocina, ritualidad y cuidado del entorno. Muchas de estas plantas han sido transmitidas por generaciones, especialmente por mujeres, como parte de una cultura del bienestar que se resiste a desaparecer frente a la industrialización de la vida. El intercambio de saberes en torno a estas plantas y su cultivo genera un fortalecimiento del tejido social. Personas mayores y jóvenes compartieron sus saberes. Incorporar estos saberes en los huertos urbanos no solo revalora la sabiduría popular, sino que impulsa una conciencia colectiva sobre la soberanía alimentaria, el autocuidado y la protección del medio ambiente. Fomentar estos espacios de encuentro y aprendizaje mutuo es sembrar comunidad.